El Tassili, la Capilla Sixtina del desierto

El Tassili, la Capilla Sixtina del desierto

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El Tassili la Capilla Sixtina del desiertoA primera vista el Plató del Tassili es una inmensa explanada. Una meseta inhóspita con un horizonte interminable que parece trazado con regla. Aquí, en Argelia, en este desierto pétreo dominado por los tuaregs, los primeros pobladores del planeta plasmaron su historia sobre la piedra dejándonos un tesoro artístico de dimensiones colosales. Y, de regalo, un misterio apasionante que está aún por aclarar.

El Tassili, la Capilla Sixtina del desierto

El Desierto del Sahara

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoDurante horas, avanzamos acompañados sólo por nuestra sombra. El sol aprieta pero sin asfixiar, y el camino se adentra en un mar de piedras, rocas, y largas cuestas de muy difícil acceso. Nos parece increíble, pero por fin estamos en medio del desierto del Sáhara, subiendo al Plató del Tassili.

El paisaje cambia continuamente y comenzamos a notar el castigo de la marcha a través de este auténtico rompepiernas: subidas y bajadas se suceden hasta la saciedad por desfiladeros y caminos estrechos para desembocar en nuevos retos orográficos.

Para salvar los 800 metros de desnivel que separan del punto donde nos dejaron los vehículos 4x4 hasta la cima de la meseta tendremos que invertir más de 8 horas de caminata. En cualquier caso, la conversación durante un breve alto en el camino nos confirma lo que todos sabíamos de antemano: cualquier esfuerzo merece la pena, por duro que resulte, si nuestra meta es llegar a uno de los lugares más increíbles, y posiblemente más hermosos, del globo.

Estamos en la zona sur oriental de Argelia, muy cerca de la frontera con Libia, en pleno Tassili n’Ajjer, que en la lengua tuareg significa “meseta entre dos rios”, una agrupación de montañas en pleno desierto de Sáhara con una extensión de 800 kilómetros de largo por unos 80 kilómetros de ancho. La población más cercana es Djanet, considerada la capital tuareg de la región y a unos 30 kilómetros de nuestro punto de partida. Hasta allí llegamos en avión desde Argel, pero aquel viaje parece demasiado lejano.

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoPara llegar al Plató del Tassili solamente existen cuatro vías de subida y bajada, todas de muy difícil acceso, y la única forma de subir es caminando. Los camellos están acostumbrados a las condiciones climáticas desérticas, pero no son capaces de afrontar las duras reglas que impone el terreno por el que transcurre nuestra ruta.

Paisajes desoladores

Por supuesto, y como pudimos comprobar a lo largo del viaje, es totalmente imposible ir en vehículos motorizados, así que mientras nosotros ascendíamos caminando, todas nuestras provisiones y equipamiento iba a lomos de pequeños burros, único medio de transporte posible en esta aventura apasionante.

Es entonces cuando somos realmente conscientes de nuestra dependencia vital de los guías tuaregs, auténticos guardianes de las pinturas y de la meseta que las cobija –y verdaderos señores de estas tierras–, que mientras explican las imágenes y los paisajes dejan entrever el respeto que profesan hacia las gentes que poblaron por primera vez el Tassili.

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoLa meseta del Tassili ha sido descrita como uno de los paisajes desoladores más increíbles del planeta, y es comparada a menudo con los paisajes lunares. Uno comprende ambos pensamientos nada más llegar arriba, cuando el paisaje cambia de las dunas típicamente saharianas a una inmensa explanada completamente lisa, vacía y sin el más mínimo vestigio de vida en muchísimos kilómetros a la redonda.

Pero ¿cuál es la magia de este lugar, que hace que cada año unas tres mil personas se olviden de todas estas penurias para aventurarse hasta aquí? ¿Qué esconde este inhóspito océano de piedra en mitad del desierto, a más de mil quinientos kilómetros de la costa mediterráneo, para agitar las mentes y los corazones de tantos viajeros? La respuesta a estas preguntas requiere remontarse muchos miles de años atrás en el tiempo.

Antes fue Sabana

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoAunque parezca increíble, hace más de ocho mil años en esta zona bullía la vida. El paisaje era entonces muy similar al de la actual sabana, y tanto plantas como animales podían conquistar aún los dominios del Tassili. Junto a ellos vivieron y evolucionaron diferentes civilizaciones prehistóricas, pueblos que pintaron en cuevas y paredes al aire libre los más de 8.000 dibujos que hoy pueden admirarse en esta región –aunque se estima que aún puede haber más de 10.000 imágenes sin catalogar o descubrir–, convirtiendo este conjunto de pinturas rupestres en lo que para algunos expertos es “la Capilla Sixtina del Paleolítico”.

Las primeras informaciones relacionadas con este increíble descubrimiento llegaron a Europa durante los años de la Primera Guerra Mundial, traídas por oficiales de la Legión  Extranjera Francesa que se habían aventurado por estos parajes.

Pero no fue hasta 1933 cuando los arqueólogos y geógrafos franceses pudieron observar algunos apuntes de las pinturas, tomados por el Teniente Charles Brenans –comandante del puesto de Djanet–, quien al practicar un reconocimiento con su escuadrón de camelleros en la meseta descubrió algunas cuevas cuyas paredes se hallaban cubiertas de dibujos. Y precisamente, mientras llegábamos por fin a la planicie, recordamos las palabras del coronel Brenans al explorador francés Henri Lhote, quien las daría a conocer al resto mundo en 1957: “Cuando veas Jabbaren te quedarás estupefacto”.

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Jabbarem es un grupo de formaciones geológicas que asemejan  el trazado de auténticas ciudades, con sus plazas, sus cruces de caminos, monolitos de rocas negras, marrones y ocres –similares a las chozas de algunos poblados africanos–, y callejuelas estrechas en las que el sol parece un mero invitado ocasional. Y justo encima nos aguardan las pinturas, diseminadas por todo el plató del Tassili en diferentes zonas que albergan uno de los conjuntos pictóricos rupestres más increíbles y espectaculares que se pueden observar en la actualidad.

Abandonamos las callejuelas de piedra de Jabbarem y retomamos la ruta de la planicie, que en algunos puntos es de pura arenisca y en otros de piedra basáltica. Caminamos siempre con la sensación de estar sobre la luna, atravesando interminables extensiones de piedras que se mezclan con explanadas formadas por gigantescas lajas de piedra volcánica, como si una terrible erupción lo hubiera arrasado todo a nuestro alrededor.

Primeras pinturas

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoAsí llegamos hasta otra especie de ciudadela de grandes rocas con estrechos corredores y paredes talladas por el viento. Y de pronto, allí están, al abrigo de la roca, las primeras pinturas. Se trata de una escena de caza que parece sacada de los libros de historia. Una figura estilizada, realizada con apenas nueve trazos que dejan patente su naturaleza humana, y con un arco en la mano. A su lado hay pintado otro hombre y muy cerca un animal.

La imagen no es muy grande –cada figura tiene unos 20 cm–, pero este primer descubrimiento desata en todos nosotros un torrente de emociones. A partir de ese momento todo cambia, como si se hubiera abierto de repente  ante nosotros un museo al aire libre que permite pasar días enteros admirando cientos de pinturas, todas diferentes y a cuál más increíble.

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoEscenas de caza, pastores que conducen grandes rebaños de animales –las vacas de enormes cuernos son los más abundantes en las representaciones–, danzas, luchas tribales, y magníficas representaciones de los animales que poblaban hace milenios estos parajes: elefantes, jabalíes, jirafas, tortugas, caballos, ciervos, gacelas… su calidad es tal que, tras unos minutos observando el espectáculo, resulta hasta sencillo imaginar una extensa sabana en el mismo lugar que hoy dominan la piedra y el vacío.

Cualquier pared a la que miremos nos devuelve más y más pinturas, en algunos casos incluso superpuestas, como si distintas generaciones hubieran ido dejando sus improntas. También distinguimos estilos pictóricos diferenciados y varios colores. Hay figuras y trazos negros, verdes, ocres, blancos…

Las pinturas de los Dioses

Sin embargo, el Tassili aún nos reserva una de sus sorpresas más alucinantes. Al llegar a la zona conocida como Jabbaren nos encontramos con un conjunto de pinturas en las que se muestran extraños seres que podríamos calificar, como mínimo, de intrigantes: seres antropomorfos de extrañas cabezas que, a veces, incluso flotan en el aire. Son los “Dioses de Cabeza Redonda”, frescos de gran tamaño –pintados hace unos ocho mil años– cuyas figuras no recuerdan a nada conocido. Y entre ellas destaca, sin duda, el “Dios Marciano”. Un ser de más de seis metros de altura, con una extraña especie de escafandra en la cabeza y una serie de tubos que salen de su cuerpo.

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Algunas interpretaciones defienden que estas pinturas representan a seres sensibles superiores que, en una época atemporal, descendieron hasta la entonces hospitalaria meseta para observar la convivencia de los primeros grupos humanos.

El propio Henri Lhote, luego de observar al gran dios de seis metros de altura pintado en el techo combado de un abrigo profundo, escribió: “Hay que retroceder un tanto para verlo en conjunto. El perfil es simple y la cabeza, redonda y sin más detalles que un doble óvalo en mitad de la cara, recuerda la imagen que comúnmente nos forjamos de un ser de otro planeta”.

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoLógicamente estas teorías no van mucho más allá de la mera especulación, pero está claro que nos encontramos ante algo especial. Y a dos días más de caminata encontramos otra maravillosa rareza, otro ser increíble, con cuernos en la cabeza y grandes brazos extendidos, conocido como “el Diablillo del Tassili”. Este fresco, de más de tres metros de altura, contiene múltiples imágenes superpuestas entre las que destacan unos pequeños seres en postura de adoración hacia la imagen principal, así como un gran antílope en la parte derecha de la imagen.

En cualquier caso, la lista de pinturas misteriosas del Tassili es interminable: objetos circulares que parecen estar volando, personas sobrevuelan a otras, y así un largo etcétera.

Tratando de buscar explicación a estos enigmáticos dibujos en inolvidables charlas nocturnas junto al fuego, nuestro tiempo en el Tassili se va agotando. Debemos partir, comenzar a caminar de nuevo, esta vez de regreso a nuestro propio mundo. Mientras el Sol se esconde ceremonioso tras un horizonte infinito, llegamos al borde del Plató. Y allí, sentado e inmóvil como una piedra más, encontramos a nuestro guía tuareg. Observando desde su lugar privilegiado la inmensidad del desierto.

Henri Lhote  “Hacia el descubrimiento de los frescos del Tassili”

El Tassili, la Capilla Sixtina del desiertoTras una primera misión en 1935, el francés Henri Lhote (1903-1991) se desplazó de nuevo al Tassili acompañado por un completo equipo de fotógrafos y pintores. Allí permanecieron unos 15 meses, realizando estudios y calcos en papel de muchas de las pinturas. El resultado de aquel trabajo se presentó en 1957 y 1958 en el Museo de las Artes Decortivas de París, constituyendo “una de las exposiciones más importantes de la segunda mitad del siglo XX” según André Malraux.

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Lhote publicó varios libros sobre sus investigaciones, entre los que destaca “Hacia el descubrimiento de los frescos del Tassili” (Ed. Destino, Barcelona 1975).

Ya descatalogado y difícil de encontrar, contiene entre otros tesoros la clasificación que Lhote hizo de las pinturas:

A) Seres de cabeza redonda y cuernos de pequeño tamaño.

B) Diablillos.

C) Dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda.

D) Hombres de cabeza redonda evolucionada.

E) Período decadente de las cabezas redondas.

F) Hombres de cabeza redonda muy evolucionada.

G) Período de los Jueces de Paz o Terminal.

H) Hombres blancos longilíneos del período prebovidense.

I) Hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo.

J) Estilo bovidense.

K) Período de los carros.

L) Período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares.

Del mismo modo, la aparición de símbolos junto a los dibujos han hecho suponer a varios investigadores la posible existencia de algún arcaico tipo escritura hace ya más de cinco mil años, lo que sería un duro golpe para las tesis oficiales que siguen manteniendo la región Mesopotámica como cuna de la escritura y de la civilización.

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