Balnearios de Budapest - Tiempo para la salud y la sensualidad

Balnearios de Budapest

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Tiempo para la salud y la sensualidad

 

Balnearios de Budapest, Gellert

Curiosamente, una de las primeras cosas que hay que incluir en la maleta cuando se viaja a Budapest, tanto en verano como en invierno, es el traje de baño. En ninguna otra capital europea ocurre eso, claro que ninguna otra tiene una tradición tan antigua y tan arraigada por los balnearios como la capital de Hungría. Del mismo modo que algunos países árabes se asientan sobre bolsas de petróleo, buena parte del territorio húngaro, y especialmente su capital, tiene en el subsuelo una auténtica reserva de aguas termales. Se estima que en todo el territorio húngaro hay unos 1300 manantiales y al menos 118, tanto naturales como artificiales están en Budapest. Desde ellos brotan cada día más de 70 millones de litros de agua termal a temperaturas de entre 20 y 80ºC. Información sobre los balnearios de Budapest, precios y horarios en www.budapestgyogyfurdoi.hu.

Pero aunque contar con la materia prima, en este caso el agua, es fundamental, lo que ha dado fama a Budapest como capital termal –tiene el título de Ciudad de los Balnearios desde 1934–, son los recintos que acogen este agua y sus piscinas termales. Los balnearios de la ciudad ya fueron utilizados por celtas y romanos; durante la época turca, entre 1541 y 1686, se construyeron algunos de los más importantes, muchos de los cuales perduran hoy en día. Pero el auténtico auge de los balnearios se dio a principios del siglo XX, de cuando proceden los dos más representativos, el encantador Gellért y el gigantesco Széchenyi.

Balnearios de Budapest, RaczLa cultura de los baños forma parte de la vida húngara. Por supuesto, muchos húngaros acuden a los balnearios para tratar sus dolencias reumáticas, estomacales, intestinales, ginecológicas, cardiacas, de la piel o los huesos. Pero otros muchos lo hacen sólo como un acto social más, siguiendo una tradición milenaria que les permite reunirse con la familia, los amigos, practicar deportes o, simplemente, dejarse acariciar por las cálidas y benéficas aguas mientras se deja pasar lentamente el tiempo. Para algunos es un rito casi diario que se practica desde primera hora –la mayoría abre a las 6 de la mañana–, antes de ir a trabajar. Un tratamiento puede servir de rehabilitación o de prevención, pero para poder disfrutar del regalo abundante de las aguas termales no hay que estar enfermo.

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