Japón, algo más que Tokio
Japón, algo más que Tokio
Reportajes Viajes 07 Diciembre 2013 5976 hits
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- Categoría: Reportajes Viajes
- Publicado el 07 Diciembre 2013
- Escrito por Nuria Castilla
Kyoto, Osaka, Nara y Nikko
Después de conocer lo más destacado de Tokio y disfrutar de sus exóticos contrastes, a no mucha distancia de allí podemos, gracias a una estupenda red de comunicación ferroviaria, visitar también varias ciudades a cual más interesante. Yo voy a presentaros cuatro de ellas: Kyoto, Osaka, Nara y Nikko.
Como os decía Japón cuenta con todo un entramado de redes de tren que te permiten desplazarte con gran rapidez y a un precio asequible. Existe una tarjeta llamada JR Pass, que hay que adquirir antes de entrar en Japón y solo para no residentes, válida para 7- 14 o 21 días y te permite viajar en casi todos los trenes salvo el Nozomi Shinkansen. También es válido en algunas ocasiones en el interior de las ciudades, por lo que os recomiendo que la llevéis comprada y la activéis una vez comencéis a moveos en tren. (www.japanrailpass.net )
De Tokio a Kyoto se tarda aproximadamente unas 2:30m en tren bala Shinkansen. Así comenzaremos por la tradicional Kyoto:
Fue la antigua capital de Japón desde el S. VIII con el emperador Kammu, hasta que los shogunes decidieron trasladarla a Edo-Tokio y Kyoto pasó a ser la sede de los emperadores.
Una vez allí podemos comenzar por el Castillo Nijo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Con una superficie total de 275.000metros cuadrados. Fundado en 1626 durante el shogunato Tokugawa, fue la residencia en Kyoto de los Shogunes.
Dentro hay una gran extensión de parque donde podremos disfrutar de la amalgama de colores que nos ofrece el otoño y hay varios edificios. El Palacio de Ninomaru de 3300m2 , este complejo tenía dos funciones, por un lado emplazamiento defensivo, con dos barreras concéntricas, 1º un foso que la rodea y luego una muralla interior y por otro lado como tenía como misión imponerse como demostración poder.
Con su arquitectura típicamente del shogunato de madera de ciprés y en muchas zonas recubiertas de oro aún hoy en día es impresionante. La construcción tienen varias dependencias todas ellas unidas por un corredor exterior realizado en el famoso “piso de ruiseñor”. Para proteger a sus ocupantes el suelo se construía de tal forma que crujía al menor movimiento “ como cuando los pájaros caminan sobre ellos” así alertaban a los guardianes que vigilaban en la noche. “Uguisu- Bari”.
Las salas están separadas con puertas corredizas decoradas, por la escuela Kano, con espléndidas pinturas relativas a la función que desarrollan. Todo este complejo se encuentra enmarcado en un maravilloso entorno de bosques que en otoño quedan teñidos de rojos, amarillos, ocres y bañan de color las todas estas construcciones defensivas.
No muy lejos de allí a unos 3 km (20m en transporte público) podemos hacer viaje, retroceder en el tiempo y vernos inmersos en el ambiente del libro “Memorias de una Gueisha” de Arthur Golden, pasendo por las calles de Gion. Conservan aún las típicas casas bajas, pequeños callejones, portales escondidos y luces tenues que te transportan a esa época.
No es fácil ver Geishas porque se sienten acosadas por los turistas y procuran evitarlos pero con un poco de suerte podremos descubrir a alguna saliendo fugazmente de uno de los portales y subirse a un lujoso coche camino de su trabajo, para deleitar con sus artes musicales, danzas o haciendo la ceremonia del té a algún adinerado ejecutivo o grupo de potentados que quieran pasar una tarde agradable.
El Palacio Imperial de Kyoto
Fue la antigua residencia del emperador durante el periodo que Kyoto era la capital, actualmente se conserva muy poco después de los incendios y terremotos que ha sufrido. Si es recomendable una visita a sus jardines, un auténtico bosque y disfrutar de su silencio, su colorido y también allí podremos ver a la gente practicando taichí, tocando música o simplemente paseando.
Un lugar que no se debe dejar de visitar es el Templo del Pabellon de Oro (Kinkakuji), Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Construido como residencia de descanso del Shogún Ashikaga Yoshimitsu. Su hijo lo transformó posteriormente en un templo Zen. Toda una obra arquitectónica queda perfectamente integrada en su entorno como una obra de conjunto, es decir, el edificio, el estanque en el que se refleja, el paisajismo son todo uno inseparable que lo hace un lugar único y mágico.
El edificio se divide en tres plantas cada una de ellas en un estilo diferente. La planta baja es una gran sala rodeada por una barandilla con paneles que separan las estancias toda ella de madera es la llamada Cámara de las Aguas.
La segunda planta en estilo Samurai, es llamado Torre de las Ondas de Viento. Cerrado con ventanales y rodeado por una barandilla, está todo ello cubierto con pan de oro. Y por último la tercera planta, en el más puro estilo Zen, también recubierto con capas de pan de oro allí se guarda la urna que contiene las cenizas del Buda Shakyamuni “Shariden”.
Cuando llegas entras en un pequeño bosque al más puro estilo japonés, todo muy cuidado y limpio y te va llevando por un camino.
Ya el mero hecho de pasear por este espectacular bosque es todo un placer para los sentidos, en un momento dado el camino se abre a una explanada y puedes observar en todo su esplendor el Pabellón Dorado. Es un lugar con un encanto especial que te absorbe. El estanque de enfrente se denomina Kyoko-chi, espejo de agua el pabellón se refleja y parece flotar en el mismo, los diversos arbolillos que sobresalen del agua rompen la simetría y le dan aún más movimiento. Es todo un lujo para los amantes de la fotografía ya que tiene todo lo que se puede pedir una bella arquitectura que se funde con la naturaleza en un marco incomparable. Yo quedé completamente enganchada de este lugar y para mí será siempre mi imagen favorita de Japón.
Aquí en Kyoto y aprovechando este ambiente del antiguo Japón es un lugar perfecto para experimentar sus tradiciones alojándote en uno de los innumerables Ryokan. Los Ryokan son residencias al más puro estilo clásico japonés, suenen tener en la planta baja un pequeño jardín que con sus rocas, arbustos, lagos artificiales y agua fluyendo pretenden evocar a la naturaleza y hacer una llamada a la tranquilidad del alma y a la meditación. Las habitaciones tienen el suelo de tatami, son prácticamente diáfanas salvo una pequeña mesa baja en la que se come o se cena y que se retira en el momento de ir a dormir.
Suele estar dividida en dos pequeños habitáculos separados por paneles deslizantes decorados, uno de ellos es la habitación en sí y en el otro puedes encontrar el Kimono para dormir, el pequeño colchón y el edredón que sacarás a la hora de dormir.
También aquí es el momento de saborear un menú especialmente preparado al estilo japonés bien para desayunar o bien para cenar, sentarte en la pequeña mesa y experimentar sus costumbres. En algunos de los Ryokan ofrecen también la posibilidad de disfrutar de la famosa “ceremonia del té”.
Damos un salto en el espacio y en el tiempo y nos desplazamos la región de Kansai donde la ciudad más importante es Osaka. La tercera ciudad más grande de Japón después de Tokio y Yokohama cosmopolita, moderna y uno de los baluartes económicos de Japón es todo un contraste con respecto a la ciudad de la que veníamos, Kyoto.
Está situada en la isla principal de Honshu, en la desembocadura del río Yodo (Bahía de Osaka), lo cual marca la ciudad como un punto neurálgico comercial e industrial de los más importantes de Japón.
Para conocer la ciudad vamos a acercarnos a la zona de Umeda que se caracteriza por sus centros comerciales, rascacielos de oficinas, bancos y hoteles, en constante bullicio y ajetreo tanto de día como de noche. En el distrito de Kito cerca de las estaciones de Osaka y Umeda encontramos el edificio Umeda Sky o Floating Garden Observatory: Construido en 1993 por Hara Hiroshi consta de dos torres paralelas de 40 plantas y unos 173m de altura, unidas en la parte superior por una plataforma de 54 por 54 m, con un hueco circular en el centro.
En la planta 39 es donde se encuentra el Observatorio jardín flotante desde donde se puede disfrutar de una panorámica excepcional de 360º de la ciudad. Os recomiendo que la visitéis cuando se está poniendo el sol y permanezcáis allí hasta disfrutar de las vistas nocturnas da la sensación de estar en una ciudad futurista de una peli de ciencia ficción como Blade runner.
El arquitecto utilizó un tipo de cristal especial con el que recubrió el edificio, que refleja la luz de tal manera que parezca que los dos edificios se confundan con el cielo y así dar la sensación de que la plataforma flotara, de ahí su nombre.
Y ya de noche puedes acercarte a Dotonbori, una de las zonas de ocio y comercio más atractivas con sus teatros, tiendas, restaurantes y todo un escenario de luces y publicidades de neón. La avenida discurre junto al canal Dotonbori, además de quedar deslumbrado por su brillo en la noche también puedes disfrutar de alguno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad y degustar alguno de los platos típicos de la gastronomía de Osaka como el Takoyaki (bolas cubiertas de una masa de crespes con un trozo e pulpo dentro) o del Okonomiyaki (masa de harina con varios ingredientes pueden ser cebolleta, carne, calamares, vegetales y queso, a la plancha), el udon (fideos gordos) o el sushi.
Pero vamos a visitar también la ciudad de día que tiene su encanto especial. A pesar de su ambiente de gran ciudad, su movimiento constante y su tráfico incansable, Osaka también tiene reductos de paz y algo de su antigua cultura. Nos dirigimos al Castillo de Osaka que ha sufrido una truculenta historia siendo destruido y reconstruído en multitud de ocasiones.
Se comienza su construcción en 1583, sobre un antiguo monasterio, por Toyotomi Hideyoshi, con el objetivo de convertirlo en una residencia permanente para el gobernante de Japón. Cuando el poder pasó a manos de los Tokugawa se convirtió en el último bastión de los partidarios de Hideyori que se defendieron allí del largo asedio de Osaka, hasta que en 1615 Tokugawa consiguió su objetivo y se hizo con el poder del castillo. En 1620 Tokugawa Hidetada comienza la reconstrucción con una torre de 5 pisos en el exterior y 8 en el interior y asigna a los samurái la construcción de nuevos muros, que son los que podemos ver actualmente.
En 1665 sufre un terrible incendio debido a un rayo y como toda su estructura era de madera queda completamente arrasado.
Después de años de desidia vuelve a ser reconstruído en el periodo Meijí y se convierte en el Castillo del nuevo ejército. En 1945 con los bombardeos de la 2ª GM se daña la torre principal y finalmente en 1995 el gobierno de Osaka aprueba el proyecto de restauración tal y como se encontraba en el periodo de esplendor Edo pero con materiales modernos y resistentes y así se concluyo en 1997.
Tras este pasado tan truculento hoy en día se conserva exteriormente como era en la antigüedad y se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad y en el interior podemos ver el museo donde quedan reflejada la historia paralela de la ciudad y la del propio castillo.
Antes de regresar a Tokio y desde el mismo Osaka, como en hora y media, deberíamos echar una mañana en visitar el Castillo de Himeji (Himeji-jo) en Kobe. No hay porqué comparar uno con otro cada uno tiene sus peculiaridades que le confieren un carácter especial, pero para mí sería recomendable verlo para poder conocer como era un castillo que mantiene toda su esencia.
Himeji-jo: El Castillo de Himeji se comenzó a construir en el S.XIV y fue ampliado en el S. XVII es el mejor conservado de la época feudal con un el estilo tradicional de los castillos originales de Japón.
Nunca fue destruido ni por guerras, ni por terremotos ni por el fuego a pesar de estar construido íntegramente de madera. Durante el periodo de guerras no consiguió ser conquistado y esto puede ser debido primero a su situación en lo alto del monte Himeyama, as í como por su inexpugnable estructura organizada en laberinto de calles amuralladas, muchas de las cuales conducen a callejones sin salida. Los invasores tenían que abrirse paso tramo a tramo bajo una lluvia de flechas que lanzaban desde el edificio central. Y por último es práticamente imposible escalarlo por su forma escarpada.
Cuando quedó abolido el sistema feudal en 1871 el castillo se subastó y fue comprado por un ciudadano residente de la ciudad por 23 yenes de la época unos 1800€ actuales, tenía la intención de demoler el complejo para cultivar la tierra pero el coste de destruirlo era tan elevado que desistió.
Durante la II GM se bombardeó Himeji quedando los alrededores completamente arrasados, sin embargo y a pesar de recibir incluso un impacto de una bomba incendiaria, ésta no llegó a detonarse y quedó incrustada en el último piso, por lo que el edificio se mantuvo intacto.
Por último la ciudad de Kobe sufrió un tremendo terremoto en 1995 del que también salió prácticamente indemne.
El complejo se compone de 5 niveles en el torreón principal y tres más pequeños que le dan un gran movimiento al conjunto arquitectónico. Es llamado Hakujoro o el Castillo de la garza blanca porque dicen que de lejos la silueta si asemeja a la de una garza posada en la pradera.
Después de todas estas vicisitudes que ha sufrido ha sido realmente una suerte que el castillo se conserve tal y como fue construido a si que no os perdáis la oportunidad de disfrutarlo, merece la pena.
De vuelta a Tokio tenemos también varias salidas que podemos hacer a poca distancia desde allí. Yo os propongo ir a Nara y otro día a Nikko.
NARA: A menos de 1 hora de Tokio, es una ciudad cargada de monumentos históricos, declarados Patrimonio de la Humanidad.
Fue la primera capital de Japón en el año 710, entonces se llamaba Heijo hasta el año 784 debido a la gran influencia que los monasterios budistas fueron adquiriendo, suponían un peligro para el gobierno que decidió trasladar la capital a Nagaoka.
Está ubicado en una planicie, nada más llegar pasamos por una zona ajardinada con un lago, comenzaremos a ver a gente que se arremolina en pequeños grupos y cuál será la sorpresa al ver que pequeños cervatillos están completamente libres y campan a sus anchas tanto por las calles como por las carreteras. Vas paseando entre árboles y se abre una gran explanada donde podemos contemplar el gran templo Todaiji.
Data del 752, fue creado como núcleo central de los templos budistas, es un gran templo originariamente era 3 veces mayor pero los sucesivos ataques y los incendios destruyeron parte del edificio.
En su interior alberga el buda de mayor tamaño de todo Japón: Daibutsu, una figura sedente de 15 m de altura, 5,33 sólo de rostro, unos ojos de 1.02m y un peso de 500 toneladas, impresiona verlo.
En el templo también encontramos una columna de madera con un agujero en su parte inferior que lo atraviesa. Cuenta la leyenda que el que pasa por él tendrá grandes bendiciones en su próxima vida. ¿Te atreves? Yo lo conseguí aunque más de uno queda atascado en el centro y ni para delante ni para atrás y tienen que ser ayudados a salir.
Otra salida de 1 día que merece la pena desde Tokio (en aprox 1:30m) es la ciudad de Nikko: es todo un complejo natural, cultural e histórico, todo un compendio de templos santuarios y naturaleza que nos llevará al menos un día conocer. Si disponemos de más tiempo, lo más recomendable sería hacerlo en 2 etapas y poder disfrutar sus baños, Onsen y alojarte en alguno de sus ryokan.
La ciudad está situada en un paraje montañoso, inmersa en un bosque de pinos y cedros centenarios. Quizá debido a esta localización ha estado protegida y no ha sufrido ataques en los diferentes periodos de guerras y se ha conservado prácticamente intacta.
Nikko fue fundada por un monje budista Shoho que con 7 años le encomendaron la misión de subir al Monte Nantai y en el años 782 fundó el templo Shinhonryu-ji (actualRinnoji).
En 1616 el famoso militar shogun Tokugawa leyasu eligió Nikko como lugar para establecer su mausoleo y posteriormente en 1636 su nieto construyó el santuario Toshogu mucho más grandioso que la idea original.
Nada más llegar lo primero que encontramos es el puente Shinkyo o “Puente sagrado” sobre las aguas del río Daiya. Cuenta la leyenda que el monje Shoho llegó a este valle y se encontró el corte del río Daiya y no podía cruzar por su fuerte corriente a si que rezó para poder cruzarlo y le aparecieron 2 serpientes una azul y otra verde que hicieron de puente para que el sacerdote pudiera hacerlo.
Las serpientes desaparecieron y el monje erigió allí el primer templo. Es un precioso puente lacado en rojo que contrasta con la verdosa frondosidad de la naturaleza del fondo.
Toshogu es el núcleo principal arquitectónico de Nikko allí encontramos todo un entramado de templos, santuarios con un estilo muy particular. Si hasta ahora todo lo que habíamos visto era de una gran sobriedad, sutileza y elegancia minimalista, aquí es una explosión de color, movimiento y los edificios se cubren a rebosar de elementos florales y faunísticos.
Las fachadas están tapizadas completamente de tallas de madera lo que nos llevará bastante tiempo en la visita si queremos disfrutar de cada rincón fijándonos en los detalles históricós o en las escenas de la vida cotidiana.
Algunas de las más conocidas son: las de los tres monos sabios "no oigo lo que no debe ser oido", "no digo lo que no debe ser dicho", "no veo lo que no debe ser visto” o la escultura de madera policromada del gato durmiendo Nemuri-neko.
El templo de Rinnoji, edificado en el 766 por el monje fundador de Nikko rezuma paz y tranquilidad, es conocido por las 3 estatuas de Buda recubiertas de pan de oro y por su jardín que te induce a la meditación. Ahora es propiedad de la escuela budista de Tendai.
Para los que puedan quedarse 2 días realmente recomendable la visita a la cascada de Kegón y el lago Chuzenji lo que es seguro es el dicho japonés: “No digas Kekko(maravilloso) si no conoces Nikko”