Las Cinque Terre

Cinco Tierras (Cinque Terre) es el nombre que recibe una región costera italiana de la Liguria, abocada al Mar Tirreno, donde se encuentran cinco pequeñas villas que atesoran un encanto secreto y peculiar: Riomaggiore, Corniglia, Manarola, Vernazza y Monterosso. Pero es mucho más, es un espacio natural protegido que constituye Parque Nacional y Patrimonio de la Humanidad tutelado por la Unesco desde 1997.

Empezaré nuestro viaje a Cinque Terre por el final, desde la cubierta del ferry de la línea de Grimaldi que une el puerto italiano de Livorno con Barcelona. Con el viento en nuestros rostros, contemplamos la estela de bonitos recuerdos que deja en el mar nuestro viaje de retorno. Regresamos de una de las zonas quizá menos conocidas de Italia pero que encierran bellos tesoros.

Accedimos a las Cinco Tierras precisamente de la manera que es menos recomendable: en coche. Uno de los motivos por los que utilizamos el transbordo en ferry fue que queríamos descubrir Italia a nuestro modo, con nuestro propio vehículo, así que nos trasladamos por esas autopistas del mar que traza la compañía Grimaldi Lines entre España e Italia.

La ventaja es que, durante las aproximadamente 20 horas del viaje, te olvidas de todo, te relajas en las múltiples atracciones del ferry, (piscina, bares y restaurantes), y llegas a Italia con todas las comodidades y descansado, habiendo pasado la noche durmiendo en un camarote con cuatro literas y baño. Casi como si de un mini-crucero se tratara.

Y después de arribar a puerto, sales con tu coche, directo a recorrer el mapa.

Una vez nos aproximamos a esta zona costera de la Liguria comprendimos que era mejor acceder o en barco o por tren, dado lo agreste y sinuoso del paraje y la gran cantidad de curvas que encontramos en el camino. De hecho, a cualquiera de las cinco villas se puede llegar fácilmente en tren, a lo largo de la línea férrea Génova-Roma con trenes regionales que alrededor de cada hora circulan por la vía que une todos los pueblos, parando en cada uno de ellos.

Nuestro punto de partida para conocer este bello paraje fue el primero de los pueblos, empezando por el sur. Riomaggiore.

Se trata de un pueblo escalonado, arracimado desde el pequeño puerto de pescadores, hasta la parte más alta. Las viviendas, pintadas con los típicos colores ligures, siguen el esquema de las casas torre, desarrolladas en altura sobre tres o cuatro plantas. El acceso a las casas es posible en la entrada principal y por atrás a la altura de pisos superiores.

Nosotros nos alojamos en una de estas casitas, estrechas y construidas hacia arriba, con escaleras de caracol que llevan a las plantas de los dormitorios. Es un lujo dormirse con las ventanas abiertas arrullado por las olas que rompen a unos pocos metros y a la mañana siguiente despertar y ver desde la cama el mar.

El mar es el vehículo conductor de toda la zona. Un ferry presta servicio a los pueblos de las Cinque Terre desde abril a octubre, partiendo de La Spezia y Portovenere, y hace escalas en todos ellos, con excepción de Corniglia, por ser el único pueblo sin acceso directo al mar. El viaje es corto, y permite ver todos los pueblos desde el mar.

Una pequeña playita, a espaldas del pueblo, y junto al acantilado, tiene su aliciente en Riomaggiore. Siguiendo el camino desde el puerto, hacia el Golfo dei Poeti, girando a la izquierda, se accede a esta playa de piedras. Está equipada con duchas, pero no hay puestos de socorro y el mar agitado pueden ser peligroso, especialmente cuando rompe en las grandes rocas de la orilla.

En Riomaggiore empieza uno de los senderos más concurridos y turísticos de toda la zona: la Via dell’Amore que conduce directamente a Manarola, el siguiente pueblo. Puede tener ese halo romántico de las parejas que, cerrando un candado en el banco de piedra del camino, sellan su amor con un beso con el paisaje de los acantilados, de fondo... Lo cierto es que para el senderista más aventurero y menos romántico hay otros caminos, no menos bonitos y mucho menos empalagosos.

Monterosso al Mare, el último pueblo, es fácilmente alcanzable en tren. Es el que dispone de más amplias y acomodadas playas, al ser más llano que el resto. Sus aguas calmadas y cristalinas y el fácil acceso que ofrecen lo convierten en el pueblo más turístico. También es ideal para hacer submanismo. Varias escuelas de buceo se encuentran en las cercanías de las playas.

Justo en frente de la estación de trenes se encuentra el paseo de Fegina, con una pequeña playa libre de piedras. A derecha y a izquierda se distribuyen los equipamientos de sombrillas alineadas y puesto de socorrista, en la única playa de las Cinque Terre, que cuenta con ellos.

Al final del paseo de Fegina, es posible echarse en una de las grandes rocas justo debajo la torre Aurora. Más a la derecha, en frente del centro histórico, se encuentra una playa de arena, cerca del puerto donde sale el ferry para los otros pueblos de las Cinco Tierras y el Golfo dei Poeti.

Vernazza tiene un porte señorial. Las casas de fachadas de colores y algunas con soportales, se distribuyen sobre la ladera de una colina, hasta el mar, donde se abre un bonito puerto. La gente es amable y campechana, y saluda y trata con afecto al visitante.

En la explanada del puerto se encuentra la iglesia de Santa Margherita de Antiochia, que se levanta sobre una preexistente edificio del siglo XI. Fue erigida sobre una roca, frente al mar, con un impresionante campanario de 40 metros adornado por una cúpula puntiaguda. Tiene tres naves y se amplió en los siglos XVI y XVII.

Según la tradición, la iglesia fue construida al encontrarse en la playa una caja de madera con los huesos de un dedo de la mano de Santa Margarita. Sin embargo, los habitantes decidieron construir la iglesia en el barrio de Isolotto (más arriba). Una fuerte tormenta la destruyó y la reliquia se perdió. Tiempo después, apareció de nuevo en el punto de origen y la población entonces erigió una nueva iglesia, donde se puede admirar hoy.

En la explanada del bonito puerto natural de Vernazza hay una pequeña playa que aprovechan muchos bañistas.

Un castillo domina la colina sobre la que se van colocando las casas del pueblo como si de un juego de piezas se tratara. Un imponente bastión y una torre cilíndrica de base cuadrangular, conocido como el Belforte. Subimos a la parte más alta del pueblo, por el lado contrario a la colina del castillo, y rodeamos un pequeño cementerio, para tomar la mejor vista. Y así, a retazos, dejamos la última imagen de este viaje.