Amorgos, paraíso rural en el Egeo
Amorgos, paraíso rural en el Egeo
Reportajes Viajes 30 Agosto 2013 4457 hits
- Detalles
- Categoría: Reportajes Viajes
- Publicado el 30 Agosto 2013
- Escrito por José M. Parra
La más oriental de las islas Cícladas guarda el secreto de la buena vida y la esencia de lo griego. No se trata del bullicio que en tropel invade las islas mediterráneas en el verano, sino más bien de una tranquilidad que se antojaba perdida, como de otro tiempo, cuando era posible revivir las viejas costumbres, entonar las canciones de siempre y saborear platos deliciosos sintiendo la brisa del mar.
La amplia bahía de Aegialis nos recibe con su fina línea de playa arenosa, abierta al Mediterráneo, al Gran Azul que se perpetuara para siempre ligado a esta isla desde que sirviera de escenario para el rodaje de la película francesa. La vimos a la mañana siguiente, desde la terraza del hotel que adoptó su mismo nombre: Aegialis, pues el ferry nos dejó pasada la medianoche. Los trayectos son mínimos e intempestivos (uno diario desde El Pireo con la compañía Blue Star, ocho horas de travesía, que, según el día de la semana, amarra alternativamente en el puerto de Aegialis al norte, o en el de Katapola, más al sur), lo cual contribuye a preservar en esta isla el encanto de su aislamiento, una redundancia que sabrá agradecer el viajero que aspire a un ocio pausado y sin prisas pero rico en experiencias.
Siempre el Gran Azul
Las aguas, en contradicción con ese Gran Azul que etiqueta a la isla, son de una transparencia envidiable. El buceo es una de las atracciones favoritas en ambos puertos, así como otros deportes náuticos. No se cansa uno de contemplar la espectacular vista desde el hotel y recordar los ambientes que se han vivido estos días: los restaurantes a pie de playa como Lakki o O’Xontros, donde la música y el baile se disfrutaba hasta altas horas, compartiendo la diversión con los camareros.
Curiosas estampas
La zona marinera nos aporta estampas curiosas como la de los pescadores que extienden sus redes en el pequeño puerto de Ormos, donde amarran unos pocos barcos de los lugareños. Las calles que desde el rompeolas suben hacia la cercana villa de Potamos están llenas de restaurantes que se animan con sus terrazas que miran al mar.
Aunque la isla tiene un relieve abrupto, y la mayor parte de la costa es rocosa, existen varias playas salpicadas algunas de muy reducido tamaño, de suelo rocoso o de guijarros, pero ninguna con la arena y la amplitud de Playa Aegialis. De cualquier manera, es una aventura recorrer las infinitas curvas de la carretera que recorre la isla en busca del rincón más escondido.
Paisaje rural
En el interior, Amorgos nos ofrece un tranquilo paisaje rural que en primavera se cubre de un manto de flores. Los caminos que conducen a las múltiples iglesias que hay fuera de las poblaciones, en los más insospechados lugares, atraviesan estos campos floridos, desde donde se pueden escuchar los rebuznos de los burros que se utilizan aún hoy en día para el transporte de mercancías. También se pueden aprovechar para un paseo turístico, pero no es lo más habitual. Lo que sí es habitual es encontrarlos a nuestro paso, al escoger cualquier ruta de senderismo que comunica las poblaciones del norte, como Tholaria y Lagada.
Entre las poblaciones del interior, encaramadas a las colinas, destaca Hora, la capital de la isla, un pueblecito en apariencia como todos los de las Cícladas, con sus casas cúbicas blancas, sus calles estrechas y empinadas y las iglesias de cúpula azul. El encanto de Hora radica una vez más en esa calmosidad que caracteriza a toda la isla, en los cafés tomados a la sombra en las tabernas, dejando caer la tarde.
Los molinos de viento que coronan el cerro más elevado de Hora son su seña de identidad, están en estado ruinoso, pero hay iniciativas para su recuperación como museo de lo que un día fueron y que los habitantes desean que vuelvan a ser. Impresiona verlos por dentro, cómo se pueden ir montando pieza a pieza, las pesadas piedras de moler y todos los engranajes, para reconstruir lo que el tiempo ha ido deshaciendo.
Integración y convivencia
Quizás lo que más impresiona al viajero que aspira a un turismo diferente es la posibilidad de dejar de ser un mero espectador del paisaje, de la diversión y de la tradición, y poder sumarse a la celebración de esta gente, en el calor de sus vivencias. La religiosidad de sus procesiones, la entrega en sus trabajos artesanos, las puertas abiertas de sus casas y sus iglesias nos han invitado a compartir sus experiencias y a enriquecernos mutuamente. Pero esto pertenece ya a otra historia que otro día contaremos.
www.amorgos.net
www.amorgos-aegialis.com